lunes, 11 de agosto de 2008

RE: Semanario Aristotelizar: Semana 92 (03 al 09/08/08)

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Date: Sun, 10 Aug 2008 22:32:45 -0300
From: gobierno@aristotelizar.com
Subject: Semanario Aristotelizar: Semana 92 (03 al 09/08/08)
To: drgabrielmotta@hotmail.com

Semanario Aristotelizar: Semana 92 (03 al 09/08/08)
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Semanario Aristotelizar
Condarco 5306 | BUENOS AIRES - ARGENTINA | (011) 4572-3987

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Semana 92 (03 al 09/08/08)
www.aristotelizar.com
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Agosto 2008
 Editorial
 10 mejores noticias de la semana

Invertir en salud

Si… es la mejor opción para vivir muy próximo a la plenitud.
En estos tiempos de gran incertidumbre, además de transitoria y de difícil resolución, respecto a... ¿que hacer? Para estar mejor.
Más cuando la política gubernamental no acierta con sus decisiones procurando el bienestar general.
¿A qué salud me refiero…?
Además de una excelente salud física, incluyo la fortaleza emocional, la serenidad mental y la riqueza social. ¿Es que no corresponde…?
De seguro hay argentinas y argentinos sintiendo salud plena en cada poro de la piel. Además deben experimentar cada noche, cuando se apaga la luz del dormitorio, gran sensación de serenidad.
Entre tanto, ideas e imágenes diversas desfilan en nuestra mente con el día que termina. Vivimos en una interrelación incesante de aciertos, desengaños y anhelos cercanos.
¿Cuanto invertimos en salud?
Especialmente como y cuanto hacemos para que la sociedad emerja fortalecida por nuestra propia acción, con determinación y valor.
No me refiero a dinero, solamente. Mucho más a ideas y acciones. Especialmente en nuestros micro espacios sociales, donde transcurre el tiempo de nuestra familia, los vecinos o compañeros de trabajo.
¿Cuantas ideas nacen y crecen alrededor de las mejoras en nuestro barrio o nuestra área de trabajo?
¿Cuanto invertimos en creer y esperar lo mejor para nosotros y los que vendrán?
¿Cuanto más esperaremos a que las cosas se resuelvan sin nuestra participación?
¿Cuanto más seguiremos usando el tiempo para aumentar nuestro desvelo y angustia, ante la ausencia de satisfacciones?
Quizás como nunca antes debemos concluir que:
Ahora es tiempo de invertir en nosotros, en nuestra gente.
Cambiar el "este país" y "esta gente" incluyéndonos…
Tenemos lo que somos. Somos, lo que nos representa.
Parecen verdades absolutas y no lo son.
Si… sé que no somos todos así…
Tampoco hicimos lo suficiente para que los buenos asuman con responsabilidad e idoneidad el gobierno nacional, provincial, municipal y social.
Esta es la mejor opción. Invertir en salud.
Para cada uno de nosotros y para todos en la misma dirección.
¡Somos, los que estamos esperando!
¿Es que acaso vendrán de algún otro lugar?
En todas las sociedades gobiernan los hombres y las ideas.
En nuestro caso si no están fallando los hombres, es porque fracasan las ideas que se materializan en acciones.
Mientras más tiempo invirtamos en tratar nuestros problemas, más tiempo se pierde en pensar soluciones. Hay un viejo principio chino que dice algo muy preciso al respecto.
"Cuando tienes un problema y piensas en él, lo agrandas"
"Si piensas en soluciones, lo achicas"
Simple… de sentido común.
¿Qué hacer…? ¡Pensar profunda y abiertamente!
Sin dudas: El final de lo que no va, antecede a la crisis.
El gran desafío esta sentado esperándonos.
Para la parada que viene hacen faltan los mejores talentos y las mejores voluntades, en pro del bienestar general.
No es apto para tibios, pusilánimes y egoístas.
Cuando un negocio nos sale mal… una de las primeras reacciones es de mal humor. No es la mejor respuesta, para advertir en que fallamos. Salvo que hagamos la más fácil. La culpa la tiene…
Es una manera muy práctica de aumentar nuestro desengaño y mal humor. Para esto muchas veces somos incluso audaces.
Como sociedad nos falta valor para enfrentar las cosas que podemos cambiar. Eso será hasta que… nos decidamos a hacerlo.
Solo es necesario un poco más que la masa critica suficiente para que luego esto se expanda por todo rincón de la geografía nacional.
Mientras tanto, cunde el mal humor, alentando nula inversión en salud. Hasta la próxima. Juan Báez
Confianza PYME - confianzapyme.com.ar
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 Nota Líder: No hay motivo para engañar a los chicos

No hay motivo para engañar a los chicos

A veces los tratamos como adultos, otras como tontos, y ellos nos ponen a prueba porque necesitan saber cómo es el mundo. Jorge Lanata.

"No hay ningún motivo válido para engañar a los niños",
Bertrand Russell

Nunca sabemos, exactamente, qué hacer con ellos. Tienen tanta luz que nos cuesta verlos. A veces los tratamos como adultos, otras como tontos, y ellos no paran de ponernos a prueba porque necesitan saber cómo es el mundo. A veces los inventamos, en lugar de descubrirlos, porque inventar es, siempre, más tranquilizador: sabemos dónde llegar y caminamos hasta ahí.

Descubrir es azaroso. Les enseñamos a caminar para pedirles luego que se queden quietos, les pedimos que sueñen, pero con horario de oficina ("Ahora ya eres grande, hijo mío. Deja de fantasear", le dice el padre al protagonista de La historia sin fin). A veces son la excusa demagógica perfecta:
–Yo aprendo mucho de mis alumnos de cinco años… –dice la maestra que parece tener poco para enseñarles.
–Lo único que no hago es emborracharme con el pendejo–dice el padre que no pudo ser tal y, culposo, decidió ser amigo de su hijo.

Casi siempre los condenamos al amor condicional: voy a quererte si sos lo que quiero, si te parecés a mí. Nos desespera verlos como personas: pueden ser, como mucho, versiones mejoradas del software original, una especie de papámamá 2.0, pero sólo compatibles con nosotros.

Nos divierte que jueguen a ser grandes, pero que sólo jueguen:
–¿Tenés novia? –le pregunta la vecina al nene de ocho años.
–¿Tenés novio? –le preguntan a la beba de tres, que no conoce la palabra pero sabe que al decir que sí, todos estallarán de risa.

En el colegio es peor: todos les plantean preguntas ajenas y muy pocas veces intentan ayudarlos a responder las propias. Los niños intuyen que se trata de repetir letras ajenas y así lo hacen, desesperados por la aprobación; así premiamos al niño-monstruo, al mejor adaptado, al más extraño, al peor extranjero de su propia niñez, al que habla como un ingeniero civil a punto de jubilarse.

–¡Seremos como el Che! –gritan con el puño en alto los niños cubanos, pañuelo rojo al cuello y gorra militar.

Los niños con respuestas de adultos siempre son niños tristes. La vida me empujó de la infancia a la juventud, y sé de qué se trata: ni el sueño ni la vida se recuperan, lo que no fue se convierte en melancolía del pasado, imaginaria tristeza por lo que no estuvo.

Fui también padre separado y recorrí con Bárbara todas las plazas de la ciudad: allí pude ver, por primera vez, cómo los adultos insultan a los niños:
–¡Mirá el boludo éste! –grita un padre.
–¡Dale, tarado, saltá! –ordena otro.

He escuchado, también, a padres con educación terciaria, defender la teoría del "chirlo correctivo": si el chirlo corrige un error menor, la trompada remediará uno más importante, y una descarga eléctrica uno grave, ¿no? La delgada línea que sostiene el respeto es muy difícil de reconstruir: el insulto –ni hablar, claro, del resto– vuelve presente la sensación de abuso físico: soy más grande que vos, puedo callarte. La relación con ellos está plagada de cortocircuitos: el padre que protesta por la corrupción pero falsifica los vales de nafta del trabajo, la madre que pontifica sobre el amor y le cuenta a la hija de sus coqueteos. A veces actuamos frente a ellos como si no estuvieran ahí, mirando. Como si no entendieran lo que ven. Son chicos.

Decidimos, por comodidad, que los van a educar en el colegio. Nos equivocamos. Nada logrará el colegio que la casa desautorice; en el mejor de los casos el colegio hará posible que caminen por la selva evitando el peligro, o que sepan descubrir un atajo. El resto, la vida, el amor, la muerte, la confianza, la soledad, los sueños, suceden en la casa.

Y todo lo demás: también queremos matarlos, disolverlos en ácido, son insoportables cuando gritan o se encaprichan, nos ponen a prueba todo el tiempo y es terrible descubrirse extorsionándolos ("O hacés tal cosa o…") y es atroz, absolutamente atroz, que no haya manual alguno, ninguna regla, ninguna ley, ningún saber incuestionado que dé una solución. Pero el otro día alguien me preguntó si creía en Dios, y solté sin pensarlo un segundo:

–Claro que creo. ¿Cómo no voy a creer? Existen los chicos.

De modo que perdón a los niños por no estar a su altura y ojalá algún día nosotros, los grandes, seamos merecedores de ese nombre.
Publicado en Crítica Digital - Ver nota original
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Publicado en La Mañana de Neuquén
Desarrollo regional:industrializar las zonas subdesarrolladas para la integración y la calidad de vida
Publicado en InfomaPuchito
Destacan financiamiento nacional a proyectos productivos de campesinos de la Región Sur
 
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 Megapensamiento:¿Nacionalismo o Patriotismo?
Ideas semilla-fuerza
Este espacio es para difundir ideas o conjuntos de ideas que impulsen cambiar la realidad,  principalmente si esta no está caracterizada por la calidad institucional.
Es lo mínimo que podemos reclamar. Queremos ser bien gobernados. Y además invitamos a quienes crean que pueden aportar se sumen a este emprendimiento.

¿Nacionalismo o Patriotismo?
Federico Fiorentino A pocos días de comenzar los Juegos Olímpicos y estando muy lejos de Argentina, las costumbres y algunos hábitos comienzan a hacerse extrañar. La experiencia que significa ir a conocer otras costumbres, diferentes a las propias, hace que uno ponga algunos hábitos cotidianos, propios de nuestra cultura, en un pedestal. O no quizá en un pedestal, pero sí se valoran más que cuando los practicamos con soltura en nuestro hogar.
Esas costumbre son quizá lo que puede acercarme un poco a lo más parecido al patriotismo. Quizá comience a hablar de eso, porque es complicado entender lo que es el patriotismo. Quizá haya que entender mejor lo que debería ser el patriotismo y lo que es hoy en día.
Hablé de los juegos Olímpicos porque el deporte es una de las cosas que nos hacen sentir argentinos con fervor. Algunos critican mucho ese patriotismo deportivo. Pero creo que es algo inevitable. Quizá deberíamos ver con mejores ojos el nacionalismo que nos despierta el fútbol o el mate o tal vez el asado… esas costumbres que no deberíamos perder, que algunas ideas nacionalistas que terminan rozando la xenofobia o el racismo. Habría que enaltecer esas costumbres que son las que nos hacen argentinos o rioplatenses. Yo encuentro, personalmente, el patriotismo allí, en esas prácticas.
Sería, por lo menos, una buena manera de comenzar. Quizá, de esta forma, podamos comenzar a tener una conciencia más humanista y menos nacionalista o patriótica. Porque, como siempre abogamos desde aquí, todos los hombres debemos considerarnos pares, no iguales… porque en la diferencia está la esencia… allí está la respuesta… enaltecer lo diverso… encontrar en esas pequeñas cosas lo que nos hacen especiales a todas las personas de este mundo.
Quizá encontrar un nacionalismo menos patriota… intercambiar cosas que nos enorgullezcan, que nos hagan felices por ser quien somos… para compartirlo con todo el mundo, entregando lo propio y recibiendo lo bueno desde todos los lugares de esta tierra.
Federico Guido Fiorentino
federicofiorentino@aristotelizar.com
 
Equipo Aristotelizar2Esta edición ha sido preparada por:
Federico Fiorentino, Florencia Fiorentino y Melisa Kaprielian.
Diseño:
Ignacio Nelson de subwaydesign (www.subwaydesign.com.ar)
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En caso de tener algún problema, contáctese con el administrador a: juanbaez@aristotelizar.com

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