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Para Raul Alayon movimiento uruguayo de los sin techo grito de los excluidos del uruguay
Miguel se crió con su padre. Cuando tenía sólo cinco años, su madre se marchó. Su infancia y su adolescencia fueron muy diferentes a las de sus amigos. No tenía el referente materno, se sentía una persona incompleta. Su padre no supo asumir la marcha de la madre, se dio a la bebida y delegó en los abuelos y en algunos amigos el cariño y los cuidados que Miguel necesitaba. A los dieciocho años, Miguel había vivido en cuatro casas diferentes, con personas diferentes, pero no había sentido el calor de vivir en su propio hogar. Siendo mayor de edad tuvo que dejar los estudios, vagar sin rumbo por diferentes trabajos y vivir de alquiler en una pequeña habitación. Sentía la necesidad de encontrar a su madre.
A los diecinueve años, su tía le dio noticias sobre ella. Le dijo que había averiguado donde se encontraba y Miguel no dudó en salir a su encuentro. Unos días más tarde, llamó a una amiga y le pidió que le llevase al Centro Penitenciario de Alcalá Meco, en el Norte de Madrid. Y allí sucedió todo, se reencontró con sí mismo sin saberlo. Después de un largo bis a bis, el día de la hispanidad del año 2004, volvió con el llanto de un recién nacido a su casa. Acababa de dar sentido a su vida: su madre saldría de la penitenciaría cinco meses después para trabajar en un pequeño taller artesano en un pueblecito costero al sur de España. Desde ése instante hizo todo lo posible para estar cerca de ella. Siguió visitándole, mientras ahorraba, hasta que encontró la posibilidad de ir al Sur a una capital de provincia cercana al pueblo donde iba a ir su madre. Se marchó, y gracias a la fuerte ilusión de reencontrarse con ella en libertad, sacó adelante su vida. Miguel tiene hoy veintitrés años, pero es feliz. Somos muchos los que en momentos clave de nuestra vida, en momentos de desesperación, recurrimos a la madre.
Y es que la madre sigue siendo la columna vertebral de la familia. El esqueleto familiar se mueve con la mujer como eje. Sin ella, sentimos discapacitada nuestra existencia. Algunos psicólogos hablan de la madre como el mundo de los sentimientos para las personas. La sensibilidad, el cuidado por las cosas o el cariño suelen adquirirse directamente de la figura materna.
Las mujeres hoy son el activo más importante que tiene nuestra sociedad. En cada casa, en cada familia, hay historias de mujeres que dedican su vida a sus seres queridos sin renunciar a la suya. Mujeres que con esfuerzo y trabajo consiguen que la igualdad sea reconocida. Que consiguen repartir las responsabilidades y el reparto de tareas en el hogar. La igualdad, una utopía en otros tiempos, la han conseguido las propias mujeres. Son heroínas del siglo XXI que no renuncian a su feminidad, su capacidad de criar hijos, ni a la maternidad. Esto último no es machismo, sólo que la foto de un niño en el regazo de su madre siempre destilará más ternura que la del mismo bebé en los brazos de su padre.
Aunque todavía hay sectores en los países más desarrollados que se niegan a reconocer la igualdad de las mujeres y el papel que juegan en nuestra sociedad. Grupos sociales y religiosos que pretenden volver al pasado, relegar a la mujer a las tareas domésticas. Es el caso de una asociación ligada al Opus Dei, que ofrece en la Universidad de Granada cursos para ser "una mujer 10". Es decir: saber coser el bajo a un pantalón, hacer una buena tortilla de patatas, hacer una compra inteligente o qué alimentos te ayudan a mantener el tipo. Si el temario ya parece sexista -es un curso exclusivo para mujeres-, no se pierdan en eslogan: "Todo esto y mucho más en CASA 10, curso especialmente diseñado para chicas universitarias que quieran ser mujeres 10 el día de mañana".
Pero de mujeres diez están llenas las universidades españolas. Jóvenes que además de los estudios son capaces de trabajar, vivir de forma independiente y disfrutar de su vida, de la manera que ellas quieren vivirla.
La mujer diez no es la que sabe cocinar, planchar o mantener su figura. Es aquella que se sabe igual que el hombre en derechos y en obligaciones en el hogar, pero también sabe expresar su feminidad, su amor por los demás y tomar sus propias decisiones.
Hoy Miguel vive con Laura, una chica diez, a la que prepara con mucho amor tortillitas de patata mientras ella trabaja.
feliz dia de la mujer
que siempre tengamos el oído, la mente y el corazón para poder escucharlas
saludos Raul Alayon
Miguel se crió con su padre. Cuando tenía sólo cinco años, su madre se marchó. Su infancia y su adolescencia fueron muy diferentes a las de sus amigos. No tenía el referente materno, se sentía una persona incompleta. Su padre no supo asumir la marcha de la madre, se dio a la bebida y delegó en los abuelos y en algunos amigos el cariño y los cuidados que Miguel necesitaba. A los dieciocho años, Miguel había vivido en cuatro casas diferentes, con personas diferentes, pero no había sentido el calor de vivir en su propio hogar. Siendo mayor de edad tuvo que dejar los estudios, vagar sin rumbo por diferentes trabajos y vivir de alquiler en una pequeña habitación. Sentía la necesidad de encontrar a su madre.
A los diecinueve años, su tía le dio noticias sobre ella. Le dijo que había averiguado donde se encontraba y Miguel no dudó en salir a su encuentro. Unos días más tarde, llamó a una amiga y le pidió que le llevase al Centro Penitenciario de Alcalá Meco, en el Norte de Madrid. Y allí sucedió todo, se reencontró con sí mismo sin saberlo. Después de un largo bis a bis, el día de la hispanidad del año 2004, volvió con el llanto de un recién nacido a su casa. Acababa de dar sentido a su vida: su madre saldría de la penitenciaría cinco meses después para trabajar en un pequeño taller artesano en un pueblecito costero al sur de España. Desde ése instante hizo todo lo posible para estar cerca de ella. Siguió visitándole, mientras ahorraba, hasta que encontró la posibilidad de ir al Sur a una capital de provincia cercana al pueblo donde iba a ir su madre. Se marchó, y gracias a la fuerte ilusión de reencontrarse con ella en libertad, sacó adelante su vida. Miguel tiene hoy veintitrés años, pero es feliz. Somos muchos los que en momentos clave de nuestra vida, en momentos de desesperación, recurrimos a la madre.
Y es que la madre sigue siendo la columna vertebral de la familia. El esqueleto familiar se mueve con la mujer como eje. Sin ella, sentimos discapacitada nuestra existencia. Algunos psicólogos hablan de la madre como el mundo de los sentimientos para las personas. La sensibilidad, el cuidado por las cosas o el cariño suelen adquirirse directamente de la figura materna.
Las mujeres hoy son el activo más importante que tiene nuestra sociedad. En cada casa, en cada familia, hay historias de mujeres que dedican su vida a sus seres queridos sin renunciar a la suya. Mujeres que con esfuerzo y trabajo consiguen que la igualdad sea reconocida. Que consiguen repartir las responsabilidades y el reparto de tareas en el hogar. La igualdad, una utopía en otros tiempos, la han conseguido las propias mujeres. Son heroínas del siglo XXI que no renuncian a su feminidad, su capacidad de criar hijos, ni a la maternidad. Esto último no es machismo, sólo que la foto de un niño en el regazo de su madre siempre destilará más ternura que la del mismo bebé en los brazos de su padre.
Aunque todavía hay sectores en los países más desarrollados que se niegan a reconocer la igualdad de las mujeres y el papel que juegan en nuestra sociedad. Grupos sociales y religiosos que pretenden volver al pasado, relegar a la mujer a las tareas domésticas. Es el caso de una asociación ligada al Opus Dei, que ofrece en la Universidad de Granada cursos para ser "una mujer 10". Es decir: saber coser el bajo a un pantalón, hacer una buena tortilla de patatas, hacer una compra inteligente o qué alimentos te ayudan a mantener el tipo. Si el temario ya parece sexista -es un curso exclusivo para mujeres-, no se pierdan en eslogan: "Todo esto y mucho más en CASA 10, curso especialmente diseñado para chicas universitarias que quieran ser mujeres 10 el día de mañana".
Pero de mujeres diez están llenas las universidades españolas. Jóvenes que además de los estudios son capaces de trabajar, vivir de forma independiente y disfrutar de su vida, de la manera que ellas quieren vivirla.
La mujer diez no es la que sabe cocinar, planchar o mantener su figura. Es aquella que se sabe igual que el hombre en derechos y en obligaciones en el hogar, pero también sabe expresar su feminidad, su amor por los demás y tomar sus propias decisiones.
Hoy Miguel vive con Laura, una chica diez, a la que prepara con mucho amor tortillitas de patata mientras ella trabaja.
¡Que tengas un excelente día!
TODOS LOS DÍAS
TODOS LOS DÍAS
feliz dia de la mujer
que siempre tengamos el oído, la mente y el corazón para poder escucharlas
saludos Raul Alayon
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