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Fecha de envío: | 16/03/2008 |
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RELACIONARSE
Cuanto más os centráis, más relajados os volvéis, y así existen más posibilidades de entrar profundamente en una relación.
De hecho, sois vosotros quienes entráis en una relación. Si no estáis ahí -tensos, tullidos, preocupados y fragmentados-, ¿quién va a adentrarse en la relación? Debido a nuestra fragmentación, tememos adentrarnos en una relación, entrar en capas más profundas, porque entonces nuestra realidad quedará revelada. Entonces tendréis que abrir el corazón, y este no es más que fragmentos. No hay una sola persona dentro de vosotros... sois multitud. Si de verdad amáis a otro y abrís el corazón, el otro pensará que sois un público, no una persona... ese es el temor.
Esa es la causa de que las personas no dejen de tener relaciones casuales. No quieren profundizar mucho; solo quieren tocar la superficie y escapar antes de que algo se convierta en un compromiso. Entonces únicamente se puede tener sexo... y este también empobrecido. Es superficial. Solo hay un encuentro de límites, pero eso no es amor... puede que una liberación corporal, una catarsis, pero nada más que eso.
Si una relación no es muy íntima, podemos mantener nuestras máscaras con facilidad... los rostros sociales funcionan bien. Entonces, cuando sonreís, no hay verdadera necesidad de que lo hagáis, ya que solo sonríe la máscara. Si realmente queréis profundizar, entonces hay peligros. Deberéis ir desnudos... lo que significa con todos los problemas interiores revelados ante el otro.
FRACASO
No podéis ser un fracaso; la vida no permite ningún fracaso. Y como no hay un objetivo, no podéis veros frustrados.
Si os sentís frustrados es por el objetivo mental que habéis impuesto sobre la vida. Cuando habéis alcanzado dicho objetivo, la vida lo ha abandonado... de los ideales y objetivos solo queda un caparazón vacío y de nuevo os veis frustrados. La frustración la creáis vosotros.
Cuando comprendáis que la vida jamás estará confinada ni orientada a un objetivo, entonces fluiréis sin temor en todas las direcciones. Como no hay fracaso, tampoco hay éxito... ni frustración. Cada momento se convierte en un momento intrínseco en sí mismo, no conduce a ninguna parte, no ha de ser empleado como un medio para alcanzar un fin... posee un valor intrínseco.
Cada momento es un diamante, y pasáis de un diamante a otro... pero nada tiene un final. La vida permanece viva... no hay muerte. El final significa muerte, la perfección significa muerte, alcanzar un objetivo significa muerte. La vida no conoce la muerte... no deja de cambiar de formas. Es un infinito, pero sin objetivo.
AMOR-ODIO
Siempre que amáis algo, también lo odiáis.
Encontraréis excusas de por qué odiar, pero no son relevantes.
Nunca dejéis que vuestro odio decida algo. Al saber que hay odio, dejad siempre que decida el amor. No estoy diciendo que lo suprimáis, no; pero nunca lo dejéis decidir. Dejad que esté ahí, que tenga un lugar secundario. Aceptadlo, pero nunca permitáis que sea decisivo. Descuidadlo, y morirá por sí solo.
Prestadle más atención al amor y dejad que este decida. Tarde o temprano, el amor tomará posesión de todo vuestro ser y no quedará lugar para el odio.
LA PUERTA
Toda relación es imaginación, porque siempre que salís de vuestro propio ser, salís solo a través de la puerta de la imaginación. No hay otra puerta.
El amigo, el enemigo, ambos están en vuestra imaginación. Cuando dejáis por completo de imaginar, estáis solos, absolutamente solos. Una vez que entendéis que la vida y todas sus relaciones son imaginación, no vais contra la vida, pero vuestra comprensión os ayuda a hacer que vuestras relaciones en la vida sean más ricas. Ahora que sabéis que las relaciones son imaginación, ¿por qué no poner más imaginación en ellas? ¿Por qué no disfrutarlas lo más profundamente que os sea posible? Cuando la flor no es más que vuestra imaginación, ¿por qué no crear una flor hermosa? ¿Por qué conformarse con una flor corriente? Dejad que sea una flor de esmeraldas v diamantes.
Sea lo que fuere lo que imaginéis, dejad que sea. La imaginación no es un pecado, es una capacidad. Es un puente. Así como cruzáis un río con un puente que tendéis entre esta orilla y aquella, así funciona la imaginación entre dos personas.
Dos seres proyectan un puente -llamadlo amor, confianza-, pero es imaginación. La imaginación es la única facultad creativa en el hombre, de modo que aquello que sea creativo va a ser imaginación. Disfrutadlo y haced que sea más y más hermoso. Poco a poco llegaréis a un punto en el que no dependeréis de las relaciones. Compartiréis. Si tenéis algo, lo compartís con las personas, pero os sentís satisfechos con quiénes sois.
Todo amor es imaginación, pero recordad, cuando empleo la palabra imaginación, no la utilizo en el sentido condenatorio con que se la usa por regla general. La imaginación es la facultad divina del hombre.
SENTAR LA CABEZA
Los amantes tienen miedo cuando las cosas marchan sobre ruedas. Empiezan a pensar que quizá el amor está desapareciendo.
Pero cuando el amor sienta la cabeza, todo marcha sobre ruedas. Entonces el amor se convierte en algo más parecido a una amistad... y eso posee una belleza propia. La amistad es la crema, la misma esencia del amor. ¡Sentad la cabeza! Y no os preocupéis por ello, porque entonces, tarde o temprano, empezaréis a causar problemas. La mente siempre quiere causar problemas, porque entonces se mantiene importante; cuando no hay problemas, pierde importancia.
La mente es como una comisaría. Si en la ciudad reina la calma y la tranquilidad, se siente mal: no hay robos, ni alborotos ni asesinatos... ¡nada! Cuando todo está silencioso y apacible, la mente tiene miedo, porque significa que si realmente sentáis la cabeza, la mente ya no será. Así que recordad esto. La mente ha de desaparecer, porque no es el objetivo. El objetivo es ir más allá de la mente. Así que ayudaos a estar en silencio y procurad que las cosas funcionen con suavidad. Si el otro empieza a sentir pánico, tratad de ayudarlo.
EN UNA CÁSCARA DE HUEVO
Cuando lográis salir de vuestro condicionamiento, sois hombres libres, sois sencillamente un ser humano. ¡Y esa es la verdadera libertad! Entonces no lleváis una corteza a vuestro alrededor. La cápsula se ha roto.
Cuando el pájaro está en el huevo, no puede volar... v esa es la situación. Cuando un hombre es hindú, alemán, inglés o estadounidense, está en una cáscara de huevo. No puede volar, no puede desplegar las alas, no puede emplear esa tremenda libertad que pone a nuestra disposición la existencia.
Hay una capa de condicionamiento sobre otra. Uno está condicionado como alemán, como cristiano, y así sucesivamente. Uno está condicionado como hombre y como mujer. No hablo de la diferencia biológica... esta es correcta, no tiene nada que ver con el condicionamiento; pero el hombre está condicionado como un hombre. Continuamente recordáis que sois un hombre, que no sois una mujer, que tenéis que comportaron como un hombre... que no debéis llorar, que no tenéis que permitir las lágrimas, que eso es femenino, que no se espera de vosotros. Eso es un condicionamiento, una corteza a vuestro alrededor.
Un hombre verdaderamente libre no es hombre ni mujer... no es que desaparezca la diferencia biológica, lo que desaparece es la diferencia psicológica. Un hombre libre no es negro ni blanco; no es que el negro se vuelva blanco ni el blanco negro: la piel sigue como estaba antes, pero el color psicológico ya no está.
Cuando todas estas cosas se desprenden, os quedáis sin cargas. Camináis treinta centímetros por encima de la tierra; la gravitación ya no funciona para vosotros. Podéis abrir las alas y volar en cualquier momento, no hay limitación.
DEJAD A DIOS AFUERA
¿Habéis oído la famosa historia del mulá Nasruddin?
El mulá había ahorrado para comprarse una camisa nueva. Lleno de entusiasmo fue a una sastrería. El sastre le tomó las medidas v dijo: «Vuelva dentro de una semana, y, si Alá lo permite, su camisa estará lista».
El mula se contuvo durante una semana y entonces regresó a la tienda. «Ha habido un retraso, pero, si Alá lo permite, su camisa estará lista mañana.»
Al día siguiente, Nasruddin volvió. «Lo siento», dijo el sastre, «pero no está del todo terminada. Pruebe mañana, y, si Alá lo permite, estará lista». «¿Cuánto tiempo tardará si deja a Alá fuera de esto?», preguntó un exasperado Nasruddin.
Así que es mejor dejar a Dios fuera. Por lo general, siempre que desconocemos algo, decimos: «¡Solo Dios lo sabe!». De hecho, para ocultar que no lo sabemos, decimos: «¡Solo Dios lo sabe!». Es mejor reconocer: «No lo sé», porque en cuanto decís: «Solo Dios lo sabe», la ignorancia adquiere el disfraz del conocimiento... Algo muy peligroso.
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